Contestar con un si o un no «a secas» y sin ninguna profundización podría conducir facilmente al error. El primer reto al que nos enfretamos es la interpretación que cada uno le da al término «castigo» en cada cultura y tiempo; tan solo preguntar a nuestros padres o abuelos la misma pregunta resulta tan diferente la percepción, pues mientras que algunos abuelos podrían dar como ejemplo de castigos golpes físicos severos, nuestros hijos o los más pequeños su máximo castigo y mas doloroso pudiera ser quitarles su telefono portatil (movil o smartphone), o quitarles el accesos al wi-fi. El término castigo entonces lo entenderá cada uno en relación a su experiencia de castigo que en su vida ha recibido. Y así podemos decir que también nuestra experiencia de Dios va a condicionar la respuesta sobre si Dios castiga o no y de que manera lo hace si es que lo hace.

Así tambien es necesario aclarar que no porque algo «malo» o doloroso nos suceda, tenga que ser un castigo divino, por el contrario, posiblemente hayas experimentado que Dios nos libra de muchas cosas que deberían sucedernos por consecuencia de nuestros malos actos. En todo caso muchas cosas negativas que nos suceden pueden ser simples respuestas a nuestras decisiones equivocadas o distracciones, o de los demás, tan solo aspectos de la misma naturaleza fragil del ser humano. Si conduzco de forma inapropiada e imprudente un vehiculo, y se tiene un accidente ¿Es acaso un castigo divino o resultado de mi actuar? y para los que vienen en el vehiculo ¿es un castigo divino o una irresponsabilidad del conductor?; el hijo pródigo del que nos habla la biblia «malgastó todos sus bienes» y cuando vino el hambre pasó necesidad. ¿Acaco fue castigado o tan solo fue imprudente y nada precavido?

Una vez aclarado lo anteior, nos volvemos a preguntar ¿Dios castiga? Buenos pues como dijimos antes, nuestra experiencia de Dios nos hace poder responder y sobretodo entender esa respuesta. Partiendo de que Dios nos ama y quiere realmente lo mejor para nosotros leamos a continuación:

Yo reprendo y corrijo a los que amo. Vamos, anímate y conviértete. (Ap 3,19)

  1. Para evitar malas interpretaciones en lugar de la palabra castigo, es preferible usar en primer lugar el término «corrección«. Dios reprende y corrije a los que ama. La corrección implica que de muchas maneras y de acuerdo a nuestra personalidad, Dios intentará detenernos si vamos camino a un precipicio. Esa corrección puede ser una incomodidad, una enfermedad, una palabra de reprensión por parte de un amigo, una señal en el camino que dice «detente, da la vuelta», una predicación, una homilía, una lectura bíblica, ect.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no nos trata según nuestros pecados, ni nos paga conforme a nuestras culpas. (Salmo 102(3), 8.10)

2. La corrección no va en función de la gravedad de nuestros pecados, de lo contrario dificilmente pudieramos soportarlo. De hecho es Jesús, el Cristo, quien fue «traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades… y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros.» (Isaías 53)

El castigo merecido por nuestros pecados ya fue pagado en la Cruz. Por lo tanto, la corrección no es como cuando hemos ofendido a alguien y ese alguien se desquita o se venga. Tampoco se compara cuando nuestros padres, profesor o superior en un arranque de cólera o ira nos regaña o incluso maltrata por haber cometido una falta grave. No. La corrección va en función del amor, y a veces la corrección puede ser tan sutil como una muestra de amor hacia nuestra persona que nos haga caer en reflexión. Le bastó al apostol Pedro una mirada llena de amor y el canto de un gallo, para que Pedro rompiera a llorar amargamente: ¡He negado al Señor!. Bastó que Jesús llegará a casa de Zaqueo para que esté devolviera cuatro veces lo robado y así muchos ejemplos.

Dios lleno de misericordia que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva (cf. Ez 18,23-32)

3. Tenemos que ver la correción de Dios como aquella gallina que para proteger a sus polluelos intenta reunirlos bajo sus alas (cf. Mt 23,37) o como aquel pastor de ovejas que deja las otras noventa y nueve en el redil para buscar la oveja perdida y el buen pastor la defiende aun a costa de su propia vida y ante el ataque de los lobos voraces. (Lc 15,4. Jn 10,11-12) Dios no disfruta verte sufrir, sino que sufre contigo, lo que no quiere es que vayamos al sufrimiento eterno; tan solo quiere regreses al redil o bajos sus alas donde estaras a salvo.

Pompeo Batoni. El retorno del hijo pródigo. 1773. Kunsthistorisches. Viena.

Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, póngale un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado (Lc 15, 22-24)

4. Cuando el hijo pródigo volvió despues de malgastar su fortuna en una vida disoluta y libertina, el hijo mayor esperaba un escarmiento severo para su hermano, un castigo ejemplar. Grande fue su decepción cuando el Padre misericordioso recibió con abrazos y fiesta al que habia estado muerto y ha vuelto con vida, estaba perdido y fue encontrado. A veces somos nosotros quienes le ponemos a Dios etiquetas de un ser encolerizado, lleno de odio o de venganza ante cualquier falta nuestra, cuando lo que espera Dios es volver a recibirnos en sus brazos, ¿Castigo o corrección? Lo que verdaderamente importa es que volvamos a su casa, y arrepentidos de nuestros pecados, pidamos sinceramente perdón y El nos recibirá.

Los atraía con lazos de amor. (Oseas 11,4)

Dios preferirá usar lazos de amor; pero si se lo permitimos y dejamos que Dios use todos los medios para evitar que nos perdamos eternamente, si le damos esa libertad poniendonos en sus manos, que cuando desviemos el camino el Señor nos corrija severamente, será mejor que perdernos eternamente «porque más te vale entrar en la Vida (eterna) manco o lisiado, que ser arrojado con tus dos manos o tus pies en el fuego eterno» (Mt 18,8) Es decir, no se trata de amputarnos alguna parte del cuerpo, no, sino que se refiere a que es mejor perder algo o padecer un poco o mucho en esta vida, si eso nos ayuda a corregir el camino, y alcanzar la vida eterna, que perdernos de ellas. Así que no tengamos una idea incorrecta alrededor de la palabra castigo; tampoco tengamos miedo a su corrección, por el contrario, oremos mejor:

Corrígeme Señor, pero, por favor, con misericordia; no me corrijas con enojo (como merecen mis faltas) porque moriría. (Cf. Jeremías 10,24)

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